Discutían desaforadamente. Sus palabras mordían el aire,
arañándolo.
-¿Y tú? ¿Tú quién o qué te has creído
que eres? - Saltó él, exasperado.
- ¿Yo? Una caja de música, ¿y tú? – respondía ella, esta vez, con una completa serenidad y sin un atisbo de sarcasmo o ironía en su voz.
Él se quedó perplejo por la respuesta, totalmente inesperada. Se quedó callado mirándola inusitadamente sin saber que decirle o cómo rebatirle. Le había dejado fuera de juego con la mayor simplicidad posible y se dio cuenta de que, realmente, no valía la pena seguir discutiendo y menos, de esa manera.
Suspiró, y mascullando unas palabras murmuró:
- Yo… un tirano.
- ¿Yo? Una caja de música, ¿y tú? – respondía ella, esta vez, con una completa serenidad y sin un atisbo de sarcasmo o ironía en su voz.
Él se quedó perplejo por la respuesta, totalmente inesperada. Se quedó callado mirándola inusitadamente sin saber que decirle o cómo rebatirle. Le había dejado fuera de juego con la mayor simplicidad posible y se dio cuenta de que, realmente, no valía la pena seguir discutiendo y menos, de esa manera.
Suspiró, y mascullando unas palabras murmuró:
- Yo… un tirano.