Era la primera vez que lo hacía en una casa que no era la suya. Después de follar le encantaba quedarse tirada desnuda en la cama viendo como ellos se vestían mientras le lanzaban sonrisitas cómplices, quizás imaginándose lo que la harían si tuvieran la suerte de encontrársela otra vez en alguna parte o sintiendo curiosidad por lo que ella estaría pensando, mientras los miraba impasible a los ojos y a la polla mientras se enredaba un mechón de su pelo rojo al dedo una y otra vez. Y es que todo aquello acababa por ponerla cachonda de nuevo y empezaba a tocarse ella misma, y a retorcerse y a gritar como a ellos tanto les gustaba, y riéndose de vez en cuando al verles los ojos golosos porque ninguno podía echarla el polvo que estaban deseando echarla. Tenían que irse a trabajar, a emborracharse en el bar más cercano, con su mujer o a meterse algo, ¿Qué sabía? Pero a veces tenía suerte y se rendían antes de llegar a la puerta, tiraban todo bruscamente al suelo y corrían hacia su cama mientras se desvestían por el camino, inundando su casa de gemidos y de olor a hombre otra vez.
Pero esta vez estaba en su casa, y no estaba dispuesta a irse sin dejar su fragancia en sus sabanas para que cada vez que la oliera no pudiera evitar ponerse duro y tener que volver a llamarla.
Se acercó a él por la espalda y entre risas le dio un pequeño mordisco en la oreja.
- Vamos… ¿A que esperas? – le dijo Xanna remolona. – Voy a empezar a pensar que te gusta hacerte de rogar.
- Espera, espera… - le contestó suavemente mientras se apartaba de ella y encendía un radícasete. – Que voy a poner música. Que prefieres…. ¿La radio o….?
- OH… ¡Que más da! Cómo si fuéramos a estar pendientes de lo que está sonando. – Le contesto con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se sentaba en su cama y se empezaba a bajar el tanga, y él resoplaba impaciente y se daba la vuelta siguiendo con su tarea. Ella empezaba a reír y se lo tiraba a la cabeza, y al darse la vuelta se la podía encontrar desabrochándose los últimos botones de la camisa y con las piernas abiertas invitándole a entrar.
Y eso es lo que hizo en cuanto la música empezó a sonar: Entrar en ella. Llenando la habitación de letras ininteligibles para ellos, dejando los gritos de Xanna en punto y aparte.
- Ya entiendo tu afán de venir a hacérmelo a mi casa. Tu cama es una quejíca. ¿Estás seguro de que aguantara, Toro? – Dijo divertida con la respiración entrecortada.
- Si… si… - le contestó entre jadeos. - ¿Por qué te crees que he puesto la música? Para que los vecinos no escuchen el ruido de la cama…. Ni tus gritos
Un grito fue lo que obtuvo como respuesta. Y luego otro, y otro….
Y es que no sabía lo que tenía ese hombre que la volvía loca, pero no podía sacárselo de la cabeza ni de su entrepierna. Era la primera vez que repetía con alguien y estaba dispuesta a volver a hacerlo. En su casa, en la suya, en la cocina, en la ducha….Eso sí. Sin saber nunca su nombre. Por que si no sabes como se llama alguien, es como si fuera un desconocido. ¿No?
Pero esta vez estaba en su casa, y no estaba dispuesta a irse sin dejar su fragancia en sus sabanas para que cada vez que la oliera no pudiera evitar ponerse duro y tener que volver a llamarla.
Se acercó a él por la espalda y entre risas le dio un pequeño mordisco en la oreja.
- Vamos… ¿A que esperas? – le dijo Xanna remolona. – Voy a empezar a pensar que te gusta hacerte de rogar.
- Espera, espera… - le contestó suavemente mientras se apartaba de ella y encendía un radícasete. – Que voy a poner música. Que prefieres…. ¿La radio o….?
- OH… ¡Que más da! Cómo si fuéramos a estar pendientes de lo que está sonando. – Le contesto con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se sentaba en su cama y se empezaba a bajar el tanga, y él resoplaba impaciente y se daba la vuelta siguiendo con su tarea. Ella empezaba a reír y se lo tiraba a la cabeza, y al darse la vuelta se la podía encontrar desabrochándose los últimos botones de la camisa y con las piernas abiertas invitándole a entrar.
Y eso es lo que hizo en cuanto la música empezó a sonar: Entrar en ella. Llenando la habitación de letras ininteligibles para ellos, dejando los gritos de Xanna en punto y aparte.
- Ya entiendo tu afán de venir a hacérmelo a mi casa. Tu cama es una quejíca. ¿Estás seguro de que aguantara, Toro? – Dijo divertida con la respiración entrecortada.
- Si… si… - le contestó entre jadeos. - ¿Por qué te crees que he puesto la música? Para que los vecinos no escuchen el ruido de la cama…. Ni tus gritos
Un grito fue lo que obtuvo como respuesta. Y luego otro, y otro….
Y es que no sabía lo que tenía ese hombre que la volvía loca, pero no podía sacárselo de la cabeza ni de su entrepierna. Era la primera vez que repetía con alguien y estaba dispuesta a volver a hacerlo. En su casa, en la suya, en la cocina, en la ducha….Eso sí. Sin saber nunca su nombre. Por que si no sabes como se llama alguien, es como si fuera un desconocido. ¿No?