
A Sunny le gustaba imaginar que el algodón de azúcar en realidad eran las nubes del cielo, no de esas oscuras y feas que salen los días de tormenta, sino esas nubes dulces que se transforman en conejos, pajaritos y demás cosas bonitas para que los niños los vean tumbados en cualquier suelo de cualquier parte del mundo, y que unos hombres llamados "CazaNubes" eran los encargados de atraparlas para que se las vendieran a la gente; por eso siempre te dejaba esa calidez el en estómago, ese regustillo empalagoso en la boca y una sonrisa de niño en la cara.