La cena se enfriaba en la mesa, pero ¿Que importaba? Su presente temperatura hacía contraste con su cuerpo caliente y sudoroso, y su lengua había encontrado mejores sabores que degustar: su piel, su saliva. Mientras sus manos recorrían su espalda y sus dedos apretaban su carne, intentando evitar, sin conseguirlo, apagar gritos que se perdían en el repiqueteo de las taladradoras de los obreros al otro lado de la pared, al son de la pelvis de él que se movía a la vez que penetraba una y otra vez dentro de ella acompasados de respiraciones entrecortadas, sintiendo sus dientes clavándosele en el cuello y sus dedos apretando sus glúteos. Deseándole aún más.
Y luego ella se dejó caer lentamente hacía atrás y se quedó tumbada encima de la mesa de madera de la cocina, con la cabeza de él apoyada en su pecho. El descanso.
Giró la cabeza hacia la izquierda mientras le acariciaba el pelo, y pudo observar los restos de lo que iba a ser su cena esparcidos por el suelo junto a los trozos de cristales rotos. Pero no pudo evitar sonreir.
- Me ha gustado tu visita inesperada - Dijo Xanna sin borrar su sonrisa entre risas, como la de una niña pequeña. Y es que ese era uno de sus encantos, o eso la decían siempre. La inocencia a pesar de todo.
Él simplemente alzó la mirada riendose para mirarla unos segundos a los ojos y luego la mordió un pezón.
Supongo que aún faltaba el postre.