Y en las paredes de su casa solo resonaba el eco de su propio llanto; de lágrimas vacías como ella misma. Esperando, quizás, a que alguien la escuchara y viniera a rescatarla o a acabar ahogándose con su propia mente.
Lo peor de todo es que sabía que nunca llegaría alguien (demasiados salva-vidas falsos y de poca monta había
tenido el placer de conocer) y que ya estaba empezando a ahogarse.
Lo peor de todo es que sabía que nunca llegaría alguien (demasiados salva-vidas falsos y de poca monta había
tenido el placer de conocer) y que ya estaba empezando a ahogarse.